CRISTINA PERI ROSSI –Barcelona
«Ayudalo, che, es un hermano», era un pedido habitual de Eduardo ante cualquiera que llegara perseguido, salvado en el anca de un piojo, como decíamos metafóricamente. Hasta que un día le dije: «Che, ¿y por qué no lo ayudás vos?» harta de que mi casa fuera el consulado uruguayo en el exilio. Además, yo era mujer. Una de las escasas mujeres escritoras exiliadas. Y la izquierda era tan machista y homófoba como la derecha, aunque -decían- eso se iba a arreglar después de la revolución. No: no se arregló. Tuvo que ser España la pionera en abordar esos temas, y es una deuda que siempre tendremos con la madre patria.
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