Durante la transición, la pobreza se transformó tanto, que muchos la dieron por desaparecida o, al menos, en vías de extinción. Basta ver las alternativas que existían para describir las viviendas en los censos del siglo XX para darse cuenta del modo en que ese paisaje fue tomando una dirección hacia una prosperidad material tan concreta como contar con alcantarillado y electricidad. El acceso al consumo trastocó el aspecto ancestral de la miseria en Chile y los signos con los que se asociaba hasta la década de los 80: desnutrición, enfermedades infecciosas y la dura vida de los campamentos. Ese mundo y esas referencias cambiaron, en adelante habría mejores condiciones sanitarias, alimentación barata, crédito de consumo y, eventualmente, un techo propio en viviendas minúsculas, que de cualquier modo representaban una mejoría respecto de las chozas de tablas y cartones habituales en décadas anteriores. La escenografía era distinta, pero había sido dispuesta en los extramuros, como quien oculta lo que considera indeseable, pero al mismo tiempo necesario, a una distancia tal que quede fuera de cuadro.
Origen: Columna de Óscar Contardo: La nueva pobreza, la vieja miseria – La Tercera