
Se decidió que había que poner fin a toda injusticia, discriminación e “invisibilidad”, que al pasado había que castigarlo y la historia modificarla, es decir, falsearla. Lo que ocurrió y no nos gusta, o nos parece condenable, neguemos que ocurrió o cambiémoslo, los hechos no importan y la verdad aún menos.
Origen: Columna: Javier Marías: Dos décadas de antipatía | EL PAÍS Semanal