YO, QUE NO HE TENIDO hijos, me encuentro ahora con dos nietos. No de sangre, obviamente, pero tanto da: si a uno le tocan cerca unos niños, y le caen muy bien (no siempre sucede, los hay antipáticos o sosos), es fácil cobrarles afecto y hacerlos “suyos” en algún sentido, aunque sólo sea porque ellos cuentan con uno y así son quienes deciden el vínculo, al que no es posible sustraerse.
Origen: Columna: Javier Marías: Tamaño y tiempo | EL PAÍS Semanal