En 2012, cuando falleció Eric Hobsbawm, pocas de las necrológicas publicadas en España hacían referencia a cierta querencia del gran historiador: fue un activo amante del jazz e incluso, durante los años cincuenta y sesenta, ejerció como crítico profesional para The New Statesman, bajo el seudónimo de Francis Newton. Sintomáticamente, comenzó en el año tormentoso de 1956: cuando, tras la invasión de Hungría, discrepó de la disciplina del Partido.
Un dato que sí conocían en los servicios secretos británicos. El pasado año, acogiéndose a la legislación contra la opacidad oficial, alguien solicitó el expediente de los servicios de inteligencia sobre el pensador marxista, el llamado Personal File. Aunque los documentos solo llegaban hasta 1964 (el Gobierno de Su Majestad se reserva todo lo que tenga 50 años o menos), se materializó un tocho considerable: más de mil páginas. Faltaban carpetas y muchas hojas estaban censuradas pero lo que quedaba revela que el MI5 dedicó muchos recursos a investigar a Hobsbawm, al que no dudó en zancadillear sistemáticamente.
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