En el año transcurrido, los controladores de la Convención actuaron como si Chile estuviera en 1810. Las sesiones en que los colectivos intercambiaban apoyos para sus causas monotemáticas terminaron por volver brumosa la realidad. Era como si el país que teníamos hubiera surgido desde una zona misteriosa, como si el ejercicio de las libertades hubiera caído del cielo, las instituciones las hubiera levantado una fuerza extraterrestre, la certeza jurídica hubiera crecido como planta silvestre y la pujante economía de hoy fuera obra de la Divina Providencia. Era también como si el sistema de salud, sostenido por el esfuerzo público y privado, y que enfrentó acertadamente la pandemia, hubiera sido el regalo de no se sabe quién. Muchos convencionales ni siquiera se dieron cuenta de lo valioso que es que el país tenga elecciones libres y competitivas desde 1989. Y no entendieron la trascendencia civilizatoria del principio “una persona, un voto”.
Origen: La Convención chocó con un país que no se dejará refundar. Por Sergio Muñoz Riveros | Ex-Ante