Más que sorprender, escandalizaría al escritor Thomas Bernhard (1931-1989) la contrariedad de haberse convertido en un reclamo comercial de Salzburgo. Proliferan los libros y los souvenirs del escritor austriaco en las tiendas del festival de música y teatro de la ciudad, incluso acaba de inaugurarse una exposición que lo retrata sonriente en las calles de “la pútrida ciudad inhumana”. Aunque la gran paradoja del propio Bernhard consiste en que su aversión a la ciudad de Paracelso, de Mozart y de Zweig le proporcionó un extraordinario recurso dialéctico en el retrato de la sociedad a la que abominaba. Por no haberse “desnazificado” lo suficiente. Y por haber convertido su festival en un ritual discriminatorio e hipócrita que Bernhard deploró y hasta vetó. “Su inhumana atmósfera provoca ahogo y nada más que ahogo”, escribió.
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