Esta primavera chilena marca el resurgimiento del “nosotros”. En un país definido por el “yo” (el yo consumidor, el yo deudor), el solo hecho de sentirse parte de un ancho colectivo de millones de manifestantes ya es un cambio sicológico profundo.
El problema es que ese “nosotros” no incluye al sistema político, que sigue siendo visto como cosa de “ellos”, de los políticos. ¿Cómo se supera ese abismo? Un comienzo es una nueva Constitución, elaborada, por primera vez en nuestra historia, por todos los chilenos, no por una comisión de representantes del poder aristocrático (como en 1833 y 1925) o del poder dictatorial (como en 1980).